LOS COLORES DE LA VIOLENCIA
La ejecución de Colores de la Violencia aparece casi como una sincronicidad paralela a mi obra sobre la paz (Albo de Pax) pero su concepción misma va más allá; surge de la guerra de Vietnam allá en 1955, del Guantánamo de 1858, de la I y II Guerra Mundial. Surge del terror, del miedo, del pánico no solamente de los ya mencionados, sino del pánico global de que sienten las grandes potencias, ese sentimiento que amenaza al resto del mundo con una nueva guerra mundial. Surge de Hiroshima y Nagasaki, donde hasta hoy quedan las secuelas y los testimonios de aquellos que alguna vez fueron jóvenes y niños, amputados por las bombas, ahora son viejos, poseedores de esa verdad de que la guerra no trae la paz, solamente el rencor.
La constante expansión interior que Los Colores de la Violencia forjó en mí, terminó creando una especie de mural móvil, una escultura – pintura y vídeo, una instalación de 30 metros por cada lado del soporte. Explora los desastres causados por la guerra, el cambio paulatino de una sociedad en constante deshumanización, la violencia en todas sus formas. Representa esa incapacidad del ser humano moderno por expresarse, de otra forma que no sea por la violencia. Es mirar colores de sangre, de frialdad, de impotencia con uno mismo por el hecho de perder la humanidad.
Compuesto de diversas técnicas: acrílico, recortes, carteles recogidos en puertas de cine con títulos de películas u obras de teatros que me llamasen la atención, el armar ese trabajo significaba para mí la libertad en su máxima expresión, significaba encontrarse con los elementos de algo muy importante en el artista y es EL ACCIDENTE PREMEDITADO EN LA OBRA. Algo que muchos “críticos” llaman casualismos. En la pintura no hay casualismos, hay una gran libertad creativa del artista.
Me gustaría decir que mi trabajo es libre, entendiendo por libertad el no someterse tanto a las reglas académicas, ni principios del arte, sino a la búsqueda visual de eso que está en el fondo del alma del individuo creador, aquello que es, o quiere ser, lo orgánico, lo energético.
Finalmente Los Colores de la Violencia es un mensaje de que no queda más sino buscar la paz dentro de nosotros mismos como primer paso para poder conseguirla en los demás. Esa organicidad, está viva y la extiendes desde adentro hacia afuera, como una suerte de respiración. Solo así entenderemos, y valga mencionar este tiempo de confinamiento y de pandemia, que no hay cosa más hermosa que acabar con los mitos que tienen los seres humanos por conseguir endiosarse materialmente, aplastando al resto, quitándoles lo que les pertenece, aquello que nos pertenece a todos por derecho, la tierra y sobre todo la vida.