Olág-Rácso

Sobre Galo

Para escribir sobre Olag Racso, el artista, el maestro, el ser humano, y sus procesos artísticos, es necesario entrelazar  muchos aspectos importantes de su vida, que ha sido la principal artífice de sus obras, ellas revelan las visiones más íntimas dentro de múltiples contextos, social, económico, religioso y político. 

La primera vez que vi al Maestro, estaba sentado en las gradas de la entrada a la sala de cines Alfredo Pareja Diezcanseco. Esperaba que se abriera  el Centro de Promoción Artística (CPA) de la Casa de la Cultura Ecuatoriana que queda en la parte superior del edificio. 

Él se acercó y abrió las puertas del Centro, supe de inmediato que él era profesor del Centro pensé; “se parece a Gandalf”. Creo que no soy el único a quien le ha impresionado esa enorme barba blanca y larga, que hace a nuestra imaginación emanar con un personaje salido de los cuentos de hadas, un mago, o el ermitaño de las cartas del Tarot.

Olag Racso, conocido como Galo Duque, nace en 1945, y desde pequeño descubrió  el gusto por la pintura. Su padre, que manejaba un negocio donde transportaba materiales de construcción, solía ir a un sitio cerca de su casa, donde fabricaban ladrillos. Galo lo acompañaba desde muy pequeño.

Es ahí donde, jugando con los elementos de la tierra y el agua, encontró este mítico material que, se dice, es a partir del cual creó Dios al primer ser humano: el barro. Un recurso natural que ha dado origen a una de las actividades más milenarias que tiene la humanidad. La cerámica.

Todos los seres humanos llevamos el conocimiento de la cerámica en memoria. Además, la historia del mundo lleva la huella indeleble de sus diversos usos. Nuestros ancestros fabricaban vasijas, dándoles utilitarismos tan variados como necesarios, desde guardar el alimento hasta enterrar a los muertos. En este quehacer cotidiano, la vida y la muerte están impregnadas de un proceder no sólo técnico sino alquímico, espiritual: las primeras maneras de expresión, de manejo del símbolo, en resumen, de hacer arte.

Las suavidad que transmite el palpar esa tierra refinada luego de pasar por el tamiz; la humedad de la barbotina; los colores ocre de la tierra, los rojos, anaranjados y cobrizos del fuego; la voluptuosidad en las formas redondas y curvas de las bolitas de barro o de las piedras de río; el sonido, como el de una campana, que producen al chocar dos piezas recién salidas del horno, signo de que están bien cocidas; toda esta vorágine sensorial que se conectaba con seis sentidos, configurando dentro de Galo un lenguaje con el cuál expresarse con la Tierra, la Madre, lo Femenino. Poco sabía este niño que, a partir de un juego, comenzaría un caminar direccionado hacia lo que él luego llamaría “Lo Erótico”.

Es ese lenguaje sensorial lo que podemos ver representado en sus primeros pasos hacia el erotismo ‘Frutas y Cacharros’. A partir de esta serie de pinturas, nuestros ojos transforman un nuevo código visual con otro significado, donde un limón o una pera representan con trazos delicados a un pezón o unas nalgas femeninas.

Lo mismo sucede con sus ‘Seres del Bosque’ Vemos ahí figuras femeninas que bailan, juegan, se dan afecto entre ellas, una pareidolia que nos recuerda al Eros que está presente en las sutiles formas de la naturaleza.

El incansable camino del artista es la búsqueda de su propia percepción de la Belleza, de la abrumadora saturación a los sentidos que ésta produce. Olag Racso, el artista la transformó en algo material, algo concreto, y lo expresó lo mejor que humanamente pudo.

Según sus propias palabras, el arte “es un llamado, una vocación”. Impulsado por esa vocación descubierta en el juego con el barro, comenzó su recorrido, desde alfarero, haciendo tejas en una comuna, hasta sus primeros pasos como educador, levantando un pequeño taller de cerámica en el Colegio Mejía.

Su trayectoria artística nunca fue para su satisfacción personal. Egresado de la última promoción de la Vieja Escuela de Bellas Artes, lo conocieron en la facultad como: “el Niño Pobre de Bellas Artes”. Tuvo poco, y lo poco que tuvo lo compartió con sus compañeros.

Los materiales artísticos eran caros y a veces inaccesibles para su economía de estudiante auto solventado. Recogía cartones de atrás del Diario El Comercio para usarlos como sus lienzos y fabricaba sus propios acrílicos. Pese a todo, hasta el día de hoy siempre ha sido generoso, dándolo todo, sobre todo sus conocimientos.

Galo cree firmemente en el poder del Arte para transformar el mundo. Durante muchos años se dedicó a rescatar a chicos con problemas, abriendoles a muchos de ellos un camino distinto al que pueden ofrecer las calles o la desesperación. Se los encontraba en La Alameda y los invitaba al Centro, que quedaba en el mismo parque, espacio que luego les fue arrebatado por la siguiente alcaldía de turno. (Actualmente el CPA se encuentra dentro las instalaciones de la CCE.).

En estos últimos años, el Maestro llega a lo último que se enfrenta un hombre al que la vida le ha regalado la sabiduría de la autoobservación; ya no mira afuera, mira lo existencial de su propio interior, lo profundo, lo abstracto.

“¿Cómo son los Colores de la Violencia?”, o “¿cómo son las formas de la Paz?” o “¿cómo se sintieron esas psicóticas noches en vela de aquella gran cuarentena colectiva del 2020?”. Todas esas preguntas están reflejadas aquí, en esta recopilación de algunos de sus interminables cuadros.

Acusado de irreverente por algunos y alabado por otros, su obra no es ambigua. Lejos de academias y críticos, su obra es íntegra, porque pinta aquello que él ES. Esto requiere de honestidad, valentía y hasta ingenuidad, pues, andar así por el mundo le puede dejar a uno en un estado muy vulnerable; pero es ahí donde él encontró esa la libertad creadora, verdadera.

Recuerdo a Galo en el Centro paseándose entre los caballetes y repitiendo “luz, sombra, luz, sombra”. Esa es la enseñanza con la que más le recordaremos sus alumnos. Pero, en realidad, la última enseñanza de Galo, la más importante, es la libertad.

Luz, sombra y libertad. Palabras que, elevadas a lo simbólico, como el Eros, nos refieren a la lucha y el objetivo de nuestro ser interno, que para liberarse debe integrar su luz y su sombra en el Sí Mismo. Es en esa misma dimensión simbólica donde el arquetipo de viejo sabio, de maestro, el ermitaño que llevamos dentro nos susurra al alma: “Luz, sombra y libertad.” Es en esa Alquimia donde surge La Obra que, como me enseñó mi Maestro, está viva.

José Manosalvas Ch. 2021

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